“La
vida no está pensada para hacer planes. Yo nunca los he hecho más allá de las
vacaciones de verano” (Rafael Moneo)
Una retrospectiva que podemos disfrutar hasta
el 11 de junio en el Museo
Thyssen Bornemisza.
¿Qué labor tiene hoy en día un arquitecto?.
En épocas nada propicias en España para esta profesión, altas capacidades que
emigran para la búsqueda de un nuevo Dorado, la historia del tudelano Rafael
Moneo nos puede servir de referente ejemplar. Una selección de dibujos,
maquetas, fotografías de encargos de este arquitecto nacional. La muestra ha
paseado por A Coruña y es, de hecho, una retrospectiva (la primera en el
Thyssen) de su trabajo y vida profesional.
La exposición pivota a través de sus dibujos
(121), son el hilo conductor, esenciales en el proceso intelectivo del trabajo
de cualquier arquitecto porque van configurando la idea de un proyecto. Los
dibujos para Moneo son una herramienta principal para el desarrollo de sus
propuestas (un arquitecto siempre recurre al “rasguño”, al
dibujo, pues es la manera de plasmar una idea en cuanto nace como simple intención).
Actualmente pueden estar en desuso pero no en aquel momento. A través de ellos
se van definiendo las decisiones del trabajo final de este arquitecto, para su
organización mental.
El croquis (se usaba lápiz sobre papel de
croquis semitransparente) para la casa de la Moraleja de Alfonso Gómez-Acebo
tiene su encanto e importancia. Su diseño rompedor y noble, con una balaustrada
y plantas colgantes nos transporta a décadas pasadas. O bien las viviendas en
el Paseo de la Habana (73-77), que se pueden disfrutar si uno se pasea por esta
calle. Se muestran planos
amarillentos por el paso del tiempo muy significativos que Moneo tenía
guardados en su sótano y que recupera el Comisario Francisco González de Canales para esta
exposición. Las cuidadas 19 maquetas expuestas son una delicia. A modo de casas
de muñecas perfectamente diseñadas, materiales limpios y pulidos.
La siguiente sección del recorrido ya no
tendrá tantos dibujos. Se van sustituyendo aquél con otras técnicas
(maquetación y fotografías), aunque Moneo jamás renunciará a él.
Las fotos también acompañan fuerte y nos modelan
otros trabajos internacionales y nacionales premiados (él, único español, galardonado
en 1996 con el premio Pritzker de Arquitectura, y antes con el Príncipe de
Asturias de las Artes en el 92, entre
otros muchos), junto con otros que ni siquiera llegaron a nacer, pero cuyos
planos podemos disfrutar.
A él debemos la inteligente ampliación del
Museo del Prado (98-07), 1er premio. La catedral de Ntra. Sra. de los Ángeles (en
L.A., California, 96-02), también 1º premio. Suya es la nueva imagen de la estación
de Atocha en Madrid. Muchos ejemplos que
podremos contemplar con los planos, maquetas y fotografías expuestos en la
muestra.
Siempre que se le pregunta por su modelo de
inspiración, responde que no es unívoco, aunque dice que hay
siempre que reflexionar. “Una reflexión basada en la certeza de que detrás
de las formas de la arquitectura existe una determinada visión del mundo, un
mensaje oculto que hemos de descifrar para comprender el presente”. En su
intervención para el Museo de Arte Romano de Mérida nos inunda la belleza de la
historia recalificada para los tiempos modernos (un espacio absolutamente
romano para disfrute del presente). Insertado en plena ciudad antigua, dialoga
con el pasado histórico a través de sus poderosos arcos (gusto romano), el
ladrillo rojo y la iluminación para adaptarse a él. Usa el paisaje y su
historia para concebir sus obras. También la Fundación Miró en Palma nos
transmite esta concepción.
Si, además, tienes la suerte de encontrarte
con él mientras pasea sonriente entre sus obras e, incluso, saludarle (incluso
a horas intempestivas como las cuatro de la tarde de un día corriente),
entonces la visita quedará para siempre en el recuerdo.