jueves, 25 de julio de 2019

MÁS ESTUDIOSITAS Y MENOS CURIOSITAS. AHONDANDO EN EL TEMA.


Ha caído en mis manos este interesante post de Terremoto.net. Me he sentido identificada plenamente en su aproximación. Se ciñe al ámbito de los diseñadores, pero en mi opinión puede ampliarse a cualquier otro campo en el que se necesite un estudio pormenorizado y profundo de una materia cualquiera.

Otra reflexión…: es curioso cómo se retorna una y otra vez a los filósofos.  Ellos, los sabios de todas las épocas acertando de pleno, mucho antes de que el mundo fuera mundo (y cuánta cantidad de conocimiento nos queda a algunos que, como yo, nos confesamos novatos ante tanta sabiduría, pero con tantas ganas de adentrarnos cada día en el conocimiento verdadero).

Más reflexiones…. La curiositas fomenta la desmemoria que, como está harto de reivindicar José Antonio Marina, su contrario, memorizar es absolutamente esencial para el desarrollo del cerebro. Pero, claro, si todo se nos da a “pizas”, como si salpicáramos con un poquito de sal una paella y con ello pensáramos ¡insensatos! Que tal manjar se cocina deprisa y con tal y único condimento…. ¡estamos listos! Una generación desmemoriada no es bueno, nada bueno. Ya no solo porque no seremos capaces de interrelacionar discursos, conectar ideas, argumentar y contrargumentar, en definitiva, pensar cabalmente. Es que, además, seremos más manipulables si cabe, “convencibles” (si se me permite la expresión). Huérfanos de historia, sin saber de dónde venimos y por qué de allí y no de otro lugar. Es lo que otros quieren, no es fortuito, todo tiene una razón de ser escondida: convencernos de que ahora somos más sabios que nunca porque tenemos acceso (manipulado ¿verdad?) al conocimiento universal, convertirnos en amorfos intelectuales, es decir, terreno sembrado para la manipulación. ¡Qué perverso! La verdad nos hace libres porque nos permite tomar las riendas de nuestras decisiones y vidas. De nuevo, para llegar a este fin, es necesario un estudio constante, hábito, esfuerzo medido (“el estudio ordenado, estructurado, de un área del saber, con el fin de acercarse a su verdad”, parafraseando el post de Terremoto.net).
Tragamos bocados de una especie de menú degustación de píldoras superficiales de conocimiento constante (“picoteo de aquí y de allá”) que no se detiene, sin reflexión previa, que únicamente son visiones anecdóticas de cualquier tema. Lo hacemos sin deglutir, sin digestión. Conclusión: no hay posibilidad ninguna de que lo ingerido se transforme en nutriente, siguiendo el símil, irá del paladar directo al intestino grueso y de ahí… ya sabéis el siguiente paso.
Pero si, por casualidad del destino, se nos ocurre ponernos a digerir lo engullido, el cuerpo entra en parálisis por el exceso de información que, de pronto y a mogollón, se le obliga a masticar, saborear, entender, relacionar…. La digestión de ese tsunami informativo serio, profundo, se hace, cuando menos, insana, interminable, sudorosa, ¡toma, pues claro! nuestra mente no está entrenada a tanto contenido calórico, riguroso, intelectualmente enriquecedor. Seguramente abandonaría a la primera de cambio, por lo que volveríamos a la casilla de salida, tan facilona, esto es, a ingesta de párrafos cortos, grageas triviales cuya lectura por encima nos da la sensación de placer efímero de saber de todo y opinar sobre todo…
Decía mi abuela que no se dan duros a pesetas, tampoco se llega al saber a base de pasar de puntillas por las cosas, sino con horas y horas de estudio. Que de todo no podemos conocer, cierto es, el problema es que pretendemos engañar al otro asegurando lo contrario.


jueves, 4 de julio de 2019

WILLIAM KLEIN. MANIFIESTO.




Dónde: Espacio Fundación Telefónica. Gratuito. Del 8 de junio al 22 de septiembre.

Fui para participar en una de las trece experiencias de realidad extendida de la Fundación Telefónica  sin éxito alguno (había un lleno total, imposible la entrada para esa tarde) Y terminé por azar en la exposición de “WILLIAM KLEIN. MANIFIESTO”, en ese mismo edificio, para mi asombro por la maravillosa sorpresa de los trabajos de este fotógrafo. Autor del libro Life is Good and Good for You in New York: Trance Witness Rebels (1956), de series de fotografías, director de cine, pintor (algunas obras transformadas con acrílicos y cartelería también se han traído).

Te acoge un primer espacio amplio, seccionado por unos vibrantes paneles giratorios que dividen una breve introducción a su obra de lo que fueron sus primeros pasos creativos de investigación sobre la luz y la sombra. Muy sugerentes sus abstracciones en B/N de bolas rodando, cuadrados difusos, los juegos de las bombillas en la noche del espectáculo neoyorkino. Él, por entonces, sólo era un veinteañero.

De inmediato la sensación del espectador cambia radicalmente. Ahora, en la siguiente sala, compartimos la visión de un Klein de fotografía callejera, de acercarse tanto al personaje que a veces se le vislumbran los poros, de series de Moscú, Tokio y -por supuesto- N.Y. (ahora estamos acariciando los años 50 y principios de los 60). Klein sale a la calle entusiasmado y curioso a retratar al hombre, con su gran angular que deforma a cualquier ser humano que se pone ante su lente. Crea un lenguaje intrusivo del bullicio, la risa cotidiana, las escenas comunes, de la gente que se le acerca y le hace una mueca, o le saluda, mientras el obturador se cierra y ellos quedarán vivos como memoria urbana para siempre.

Y de esas fotografías exuberantes, frenéticas, llenas de ritmo trepidante, frenamos dando paso a una mirada más sosegada. Al final, Klein experimenta con el cine, se adentra en la vida sofisticada de la mujer modelo. Crea iconos. Pero no deja de hablarnos del backstage de ese mundo a veces grotesco para él, reivindica la dureza de esta profesión, la de la pasarela, de la estandarización física de las maniquíes, de estereotipos ajenos a la realidad. Pero también sus fotografías de mujeres altísimas, guapísimas, ajenas al mundo y a cualquier conversación…. Divas de la pasarela y las portadas para cualquier Vogue….
Disfrutadla.