jueves, 10 de agosto de 2017

CENTRO BOTÍN. NUEVO ESPACIO DE REFERENCIA EN CANTABRIA.




Que Santander tenga otro espacio de referencia es importantísimo. Se añade un nuevo centro a los ya existentes en la zona (Guggenheim Bilbao), por no dejar de mencionar (aunque la finalidad sea diferente) a la Fundación Botín o el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Cantabria y Santander. O al de Bellas Artes de Bilbao (que, por cierto, alberga ahora una buena exposición de 90 obras de Alicia Koplowitz, hasta el 23 de octubre 2017).

Un edificio diseñado por Renzo Piano que merece la pena visitar. Los volúmenes cúbicos quieren integrarse (junto con el revestimiento cerámico muy particular que refleja las luces y colores del mar) en la perspectiva de la bahía, abusando del acero y el cristal para darle mayor volatilidad a los dos . Esto dota al visitante de una sensación aérea que se agradece.

Lo enmarcan los Jardines de Pereda y, como dijimos, la bahía. El soterramiento de la avenida ha promovido sin duda la simbiosis del entorno (y doblado la extensión de terreno verde al doble de su tamaño original) que, sin la carretera, permiten visualizar una dilatación de terreno limpia donde discurren paseantes, toman un aperitivo y charlan ciudadanos cántabros y visitantes y juegan divertidos los niños en las zonas infantiles.

Aunque la entrada al centro, a mi gusto está mal dimensionada y peor gestionada, también es cierto que hay que darle un voto de confianza a la administración del centro y su capacidad para rectificar cómo ha de ser la compra in situ de entradas y las (largas) esperas para entrar y el refuerzo del sistema de ascensores para que no ocurra (como ya ha pasado) que los visitantes tengan que subir a pie una escalinata difícil.

¿Qué hay?: sendas exposiciones (hasta septiembre) de grabados de Goya (80) y Carsten Höller han inaugurado la apertura del centro: de Goya, los grabados del Museo del Prado, que no son los de las planchas originales (aunque por lo cuantioso de las obras expuestas, el catálogo editado sobre los dibujos, merece un paseo con tiempo por delante para disfrutarlos). La dinámica que propone el centro para la sala dedicada a Carsten Höller es, cuando menos, curiosa. Muy sinestésica para el visitante, que tendrá que dedicar su tiempo a experimentar y descubrir pasadizos, balanzas e inmersiones (si se está dispuesto a pagar por ello) en el entorno.

 Por último, otra sala dedicada a las obras de la propia fundación (“Arte en el cambio de siglo”), con bellas impresiones digitales sobre papel de algodón de Mendizábal, arte topográfico acartonado de W.ilfredo Prieto (Viaje infinito), o las siempre llamativa esculturas de Juan Muños, Orozco, y un trampantojo sorprendente de Carlos Irijalba (Mareas altas).

Lo dicho, un centro de referencia europea que añadir a la atractiva oferta de nuestro país, en general, y el norte de España, en particular.