martes, 27 de noviembre de 2018

CUANDO LOS NIÑOS PREGUNTAN QUIÉNES SON LOS REYES MAGOS


Se acercan las fechas Navideñas, llenas de alegrías porque el Niño Jesús va a nacer y la buena noticia será, otro año más, reconocida y diseminada entre todos los buenos corazones de los habitants del universo para alegrar nuestras vidas y regalarnos una nueva esperanza de que la reconciliación y el amor es posible entre los pueblos.

Y, además, se le añade un día especial para los más pequeños, mágico y desconcertante al mismo tiempo. Quizás a muchos padres como vosotros vuestros hijos empiezan a preguntarse cómo es posible que se repartan tantos regalos en una sola noche, cómo suben a las casas estos magos (¡por el ascensor es imposible!), quiero que se hagan una foto y les voy a dejar mi cámara para saber que han venido, yo he hecho una entrevista para que me respondan y firmen al final, ¿cómo pueden comer tantos polvorones?, les va a dar un empacho!, ¿cómo hacen ellos si van con unos camellos lentísimos?. En fin, estas disquisiciones e “iniciativas” son verídicas, de hecho las tuvimos que manejar en casa hace un par de años. Seguro que os habéis identificado con alguna de ellas. Aunque podáis solventarlas en un principio, cuando nuestros hijos preguntan es porque algo rumian (o les han hecho rumiar desde clase).

Si habéis decidido contarles la verdad, es bueno tener a mano alguna respuesta. Hace tiempo me pasaron dos cuentos (no sé su procedencia, tampoco aparecen su autor, desde aquí mis disculpas por no poderlo referenciar como procede) que comparto por si queréis transformer una noticia  que siempre es un shock para ellos en algo digerible con lo que puedan quedarse más tranquilos.



                                                    
                                                           RELATO DE LOS TRES REYES MAGOS

 

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, dijo:

  • ¿Papá?
  • Sí, hija, cuéntame….
  • Oye quiero…. Que me digas la verdad.
  • Claro hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido.
  • Es que….- titubeó Cristina.
  • Dime hija.
  • Papá ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

  • Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:

  • ¿Y tú qué crees, hija?
  • Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso….
  • - Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero….
  • - ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos- ¡Me habéis engañado!
  • No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Cristina
  • Entonces no lo entiendo, papá.
  • Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar, porque ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
     

Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió ser la verdadera historia de los RRMM.

Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una estrella se acercaron al portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño Jesús se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

  • ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
     
  • ¡Oh sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. Nos seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo. Baltasar, el tercero de los tres, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría comentó:
     
  • Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón, y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería muy bonito.
     

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el portal:

  • “Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

  • ¡Oh Señor! -dijeron los Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño, que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.

  • No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

  • ¿Sería genial! Pero ¿Cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.

  • Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os  gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.

  • Sí. Claro, eso es fundamental -asintieron los tres Reyes.

  • Y ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

  • Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.

  • Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezaron a comprender lo que Dios estaba planteando, cuando la voz, de nuevo, se volvió a oír:

  • Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, Yo ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y alrededor del Belén recordarán que gracias a los tres Reyes todos son más felices.

Cuando el padre de Cristina hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:

  • Ahora sí que lo entiendo todo, papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y corriendo se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:

  • No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

viernes, 16 de noviembre de 2018

ESCUELAS "TECH-FREE"


Que nuestros hijos se manchen las manos. Experimentar para crear y aprender.

Resulta que algunos padres que abogábamos por clases sin dispositivos electrónicos de ningún tipo, que pensábamos que dedicar tiempo a la escritura (sobre todo en edades tempranas y, en cualquier caso, hasta los años de la pubertad) era fundamental, que entendíamos que tener todo el contenido lectivo de un curso en una tableta era pernicioso para los niños, que nos hacíamos eco de las corrientes de pensamiento y sociólogos de renombre proclives a la correcta reducción (casi hasta el mínimo) del uso de este tipo de dispositivos en las clases, no íbamos desencaminados.

A juzgar por la noticia publicada en The Times el 11 de noviembre 2018, lo último es enviar a nuestros vástagos a escuelas, digamos, tradicionales, libres de cualquier clase de dispositivo tecnológico. Ya habían aparecido anteriormente, ésta es la más reciente aunque similar a las de hace algunos años, por eso la traigo a este blog.

Pues va a ser que también los directivos y responsables de las empresas americanas más punteras del mundo en tecnología, big data, inteligencia artificial, robotics, comercio electrónico, internet en general, comulgan con las opiniones de unos cuantos “locos” sueltos (poco menos que tachados de retrógrados) comprometidos con la difusión de una teoría a contracorriente.

Nadie cuestiona la bondad e imperiosa necesidad de adquirir conocimientos en programación, digitalización de las tareas profesionales o lectivas. Nadie, tampoco, entiende que en las escuelas deba hacerse tierra quemada de una realidad que ya está imbricada en nuestras sociedades avanzadas. Ahora bien, pasar de una enseñanza -imprescindible, coherente y seria- en nuevas tecnologías, coding, uso de herramientas digitales a fondo, ciertos conocimientos matemáticos (incluso para los que son “de letras”) a colegios “sin deberes” (prep-free, que dirían nuestros amigos de UK), “sin libros” y “sin contenido” académico es un salto al vacío que nos va costar (bueno, a nuestros hijos) muy caro en el futuro próximo. Descafeinar los colegios proponiendo ideas innovadoras como que todos los estudiantes trabajen con una tableta como medio de estudio es perverso. Como lo es decir que memorizar, o hacer ejercicios de aritmética o redacciones de lengua no es importante. Y no lo digo yo, también lo dicen otros, por supuesto, más expertos que yo.

…. Y en esto, me temo, los mismos empleados y directivos de las empresas basadas en Palo Alto, también coinciden. Curioso. Al menos cuestionémonos.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

EL ARTE DE PARAR(SE)


“A base de observar uno aprende. A base de escuchar también. Tan solo se requiere estar atento. Atención a la atención. Y corazón abierto” (Alex Rovira)

Pero es que sabiendo frenar vivimos. Porque saber desacelerar es un “arte” que no todo el mundo adquiere. La RAE define arte como la capacidad o habilidad para hacer algo. Pues, de nuevo, no todo el mundo está capacitado para pararse. Vamos al baño con los móviles y hasta los usamos dentro, salimos de vacaciones y en lugar de descansar tenemos cada día prediseñado con anticipación de meses (y retornamos al lugar de trabajo aún más cansados). ¿Qué has hecho estas vacaciones? (cualquiera responde que nada, descansar, ¡anatema!. El fin de semana ha de estar completito, en familia, sí, pero completo para poder contar las obras y acciones realizadas en el café del lunes a primera hora en el trabajo. Y vaya si de tanto programa lectivo no hemos llegado a todo en nuestros días de descanso….. nos genera un estrés. El día de la operación salida de vacaciones es siempre un agobio y fuente de ansiedad para llegar a la hora , cuando el inicio de un tiempo vacacional debería originar justo lo contrario: los no horarios.

En nuestro entorno más cercano tenemos infinidad de muestras: si no eres de los que ejecutas planes, cenas, visitas a cines, cafeterías con amigas de la infancia, actividades deportivas (¡que no falten!), no eres molón, no entras en el alabado grupo de los grandes aparentes y divertidos que, por supuesto, se llevan de calle cual flautista de Hamelín al resto de followers irracionales que envidian hasta la insensatez de la vida irreal del prójimo. Seguimos sin entender que frenar provoca la profunda observación de lo circundante. Y cuando observamos vivimos. Pues si estamos en ese presente estamos viviendo. El estar componiendo plan tras plan no es vivir, sino un continuo pensar, que es estar en otra realidad distinta a la vida que existe en cada instante.

La capacidad para no programarse y dejarse vivir el momento que toque no es fácil, de ahí que se trate de una destreza que hay que educar y ejercitar. Por eso, cuando hablamos del arte de parar expresamos una connotación competencial. Implica una práctica perseverante, aunque solo por algún tiempo, pues llegado un momento tu propia esencia te conduce naturalmente a ese cese de actividad.

Parar es otra manera de hacer y lo triste es que en Occidente hemos de forzarnos conscientemente a ello. No acabamos de interiorizar que si nos detenemos escucharemos lo que amamos. Al parar se observan las cosas que ocurren, y lo que ocurre es la vida. La actividad incesante y apresurada en nuestro quehacer diario nos lleva a un torbellino de ocupaciones que no nos dejan sentir el presente. El “atareamiento” perpetuo no es realmente la vida que ocurre, sino la programada y, por tanto, un mundo virtual que nada tiene que ver con la vida real.

Y, por último, deberíamos desactivarnos en solitario. Parece que hoy en día todo ha de emprenderse en comunidad, que no está mal, pero exacerbado termina por no rendir. Somos seres sociales, sí, pero –de nuevo- podríamos utilizar este atributo “colectivo” para dedicar los momentos de reunión en que participemos a labores productivas de emociones, dedicar ratos de amor intenso al que tengo al lado, de escucha, de conversación sanadora, de ayuda….. de presencia incondicional con los demás en situaciones de angustia. Fuera de ésto, deberíamos ser más solitarios, ya que para saborear el presente no es necesario estar rodeado de nadie ni de nada. Basta estar conmigo mismo y lo que me rodea.