lunes, 5 de diciembre de 2016

Soledades






Sueñas, en esa niñez curiosa,
rozar tu propio firmamento y, así,
vas despertando los días
con trémula seguridad innata.

 Si me preguntas qué opino
-y aún conociéndote poco-
diría que en ti habita un duende
poseedor del don extraño
de hacer sentirse especial
en particular a cada persona.
 
Si me pides un deseo, en tu lugar
rogaría al Cielo por tu dicha.
Y todavía más, mi plegaria sería
que tan sólo mi silencio derramaría
pues siendo el lenguaje
lo más humanamente bello
creación no divina, es finito
habiendo sentimientos que no puede desvelar
ni el más ajustado abecedario,
ni el más inabarcable académico.
 
La soledad, esa amiga fiel,
que acaricia con sus manos frías,
que tan necesaria es en tiempos
que duelan heridas de antaño
tocando sus yagas abiertas
no es tan fascinante
como que duela el darse
permanente la soledad de ermitaño.