jueves, 22 de diciembre de 2016

Ainielle existe: excursión con niños en las montañas.



Ainielle está abandonado desde hace muchos años, como otras muchas localidades que claudicaron ante el desarrollo urbanístico y la precariedad de los medios de las villas que debían pasar los duros inviernos incomunicados. Pertenece al municipio de Biescas.
Os vale de visita, si por casualidad estáis en el Pirineo oscense. Si, además, habéis tenido la oportunidad de leer anticipadamente el librito “Lluvia amarilla”, de Antonio Llamazares, que os recomiendo vehementemente, entonces el día os saldrá redondo. La visita a esos parajes será –os aseguro- inolvidable.

Hay lugares que permanecen en el recuerdo inalterables. Ainielle es uno de ellos sin duda. Lo descubrí como también muchas cosas ocurren en la vida: por causalidad (que cada día, por cierto, suscribo más la idea de que la casualidad no existe, como tampoco la suerte de los grandes números, sino que el pensamiento alternativo se pone a trabajar de tal manera que el mini universo que te rodea acaba por ponerse a tus pies y darte lo que andabas buscando).

Hablando con Eva y Raúl de todo y nada, de chocolates y mermeladas artesanas, nos dieron la pista de esta excursión y hasta me prestaron el libro dada mi insistencia en indagar sobre el tema. “Lluvia amarilla” relata vívidamente la historia de su último habitante. Historia sobrecogedora, tanto que deseas ir a reconocer el paraje que sirve de excusa a la ficción, sus casas, la hiedra furiosa que se ha comido las paredes de la iglesia y que amenaza con destruir la última casona, arriba a lo lejos del camino, del lugareño que se dejó morir en su pueblo. Porque, si has leído el libro (en una tarde se termina a paso bravo de lector), no deseas ver el pueblo sino los fantasmas que le dieron –antes de su abandono- vida larga aunque difícil.

Leed el libro antes de visitarlo, os lo sugiero, hará la experiencia singular. No os desvelo más (aquí encontraréis una web con datos útiles para llegar), os dejo la experiencia a vuestro discernimiento y sentidos. ¡Sí, preparaos para escuchar el agua del molino, oler el pan caliente y visualizar esa nieve fría en los pies helando el cuerpo y a la que los vecinos se hubieron de adaptar!