Pintar es una
expresión de la mente y el corazón (Cai Guo-Qiang)
Museo
del Prado (Edificio Jerónimos). Hasta el 4 de marzo 2018.. Entrada general
(15€). Reducida (7,5€). Lunes a sábados: 10hs-20hs. Domingos/Festivos:
10hs-19hs.
Cai Guo Quiang nació en
China, pero también vivió unos cuantos años en Japón. Lo interesante es que él
no es pintor, estudió escenografía y, de hecho, hizo sus pinitos en algunas
películas. Ahora vive y trabaja en Nueva York. Él dice que siempre recuerda
cómo su padre le subía a sus rodillas y le enseñaba, mientras se liaba un
cigarrillo, los dibujos que hacía en las cajas de cerillas que recolectaba,
mientras le aseguraba que los paisajes allí incrustados eran su pueblo natal. Sí,
en unas diminutas cajas estaba representado el puerto, y el bosque, y la
pequeña ciudad y todos los recuerdos que su padre mantenía en su mente. De ahí
que Quiang sienta que un lienzo puede contener infinitos paisajes, expresiones
y caminos, aunque a simple vista el trazo parezca simple o el cuadro con poco
contendido.
Algunos ejemplos: nueve coches en distintas fases de su explosión Innoportune: Stage 1 (complicada su instalación en la rotonda del Guggenheim de Nueva York, 2008, en la exposición I want to believe). Para los expertos,
sus indagaciones artísticas tienen mucho que ver con transformaciones
artísticas. En este ejemplo, Quiang no pretende transformar el espacio de la
rotonda, es algo más: el espectáculo no termina siquiera cuando las luces están
en todo su apogeo porque la intención es trasladar al espectador al mismo
espacio, a sus explosiones más iniciales, lo que reinterpretará más tarde con los
atentados del 11-S. O su Innoportune: Stage 2 (nueve tigres
acribillados por lanzas en una disposición asimétrica que simbolizan una
leyenda china que cuenta cómo un tigre que devoraba hombres tenía atemorizado a
todo un pueblo, hasta que un bandido-héroe logra matarle por fin y terminar con
la maldición). O su Falling Back to Earth, una exposición abierta en 2013 en la
Gallería de Arte Moderno (Brisbane, Australia).
Sus exhibiciones son una lectura de representaciones
de gran formato que se transforman en verdaderos shows para los visitantes.
En Japón exploró las propiedades de la pólvora en sus
dibujos, consiguiendo obras únicas. La pólvora es excitante y tiene su propio
carácter. Puede gustarle o no lo que haces con ella, según cuenta Quiang. Dicen de él que es un visionario, un artista
global, explosivo, que logra unir lo que él llama el
mundo de lo visible y el de lo invisible. Con ello consigue
obras únicas e irrepetibles.
Ésta metodología le ha hecho famoso. Verle en su estudio no tiene precio,
serio y concentrado, meditativo, con una decena de ayudantes que le van
completando las labores más tediosas en tanto que Qiang se dedica al proceso
creativo. Es como si de una metáfora se tratara, de un material para matar,
para engendrar arte y una obra hermosa y libre. La exposición en Madrid acoge
obras en lienzo, un vídeo sobre el making off de la exposición y bocetos
originales de algunos de las obras. Ha trabajado muchos meses en el Salón de
reinos del Prado para concebir y realizar esta exposición. Ha evocado a los espíritus
de pintores que duermen en el museo, en largos paseos en el crepúsculo por las
salas y edificios del Prado, queriendo verter el “chi” (“energía” según la
creencia oriental, donde no hay creación ni destrucción porque siempre ha existido
esa energía).
En las salas parece que todo lo mostrado es espontáneo, pero en realidad lo único
imprevisible de la exposición es la acción inmediata de la pólvora y su
capacidad de transformar.