“The
students should be inspired from two sides, from the artistic and from the
craft side”
(Walter Gropius)
Lyonel Feininger (1871-1956), ignorado hasta
hoy en España, ya no hay excusa para no tratarle y dejarse seducir en la
Fundación Juan March, de Madrid. También ha editado un catálogo muy
recomendable: es la primera monografía en castellano de este autor.
Casi 440 obras, documentos y juguetes que podemos
disfrutar hasta el 28 de mayo de 2017 en la
Fundación Juan March. Gratuito. De L a S y festivos: 11:00-20:00hs.
Domingos: 10:00-14:00. Cerrada la exposición: 13 y 14 abril.
Hombre polifacético y experimentador (y hasta
músico de cierta actividad como compositor de cámara). De todas estas
vertientes da buena cuenta la exhibición. Su recorrido vital es singular cuando
menos: se inicia como caricaturista y dibujante de cómic y progresivamente su
estética, técnica y apetencias pictóricas cambia.
La Sala de juguetes y figuritas de
construcción de la “City at the Edge of the World” (25-65), incluido el libro en
el que trabajaron sus hijos, tiene un aire naïf que nos proyecta a nuestra
infancia. “Conjunto de locomotoras con ténder y vagones” (13-14) o una pequeña
ciudad de madera, con una niña con coletas o varios muñecos de nueve desperdigados
abriendo sus brazos francos al espectador.
Dejaos seducir por “La dama de malva” (aquí
sacada de su hábitat natural en el Thyssen) compartiendo piso con sus obras
hermanas de padre común. La importancia del personaje (frente a los edificios)
es explicativa, monumental (como la del “Hombre Blanco” a su lado). No hay
segundo plano, ella desborda y se vela, pero hay gran armonía de planos. Los
colores son casi mágicos. “El hombre blanco”, a su izquierda, es una de las
primeras pinturas en las que F. trata la figura humana. Tras sus comienzos como
caricaturista y dibujante (primeras salas de la exposición) deseó dedicarse más
a la pintura. El título de la obra ha suscitado muchas opiniones. La desmedida
figura deformada ¿es autorretrato satírico? Y el diminuto hombre de negro
saltando entre sus piernas en segundo plano ¿su alter ego?. Feininger diría que
“la monumentalidad no se consigue agrandando las cosas -¡qué infantil!- sino
contrastando lo grande y lo pequeño”.
Hay en el recorrido obras muy mayores de este
autor, teniendo en cuenta que Feininger fue un pintor tardío (su primer cuadro
lo hizo con 36 años). “Cristales rotos” merece un tiempo de admiración. De este
periodo como instructor de grabado en la Bauhaus de Weimar tenemos algunos
cuadros expresionistas y grabados. Su xilografía “Catedral” se usó para
ilustrar la cubierta del primer Manifiesto de la Bauhaus de 1919 (en la
exposición), símbolo del ideal común que les unían las artes libres y las
aplicadas, los oficios y la técnica plástica.
Cuelgan bastantes láminas de xilografías a la
fibra, donde ensayar nuevos caminos de manifestación. Un espacio abarrotado de
tintas y acuarelas de barcos, buques de carga, paisajes, escenas urbanas,
iglesias, marinas, veleros bergantines, puertos y puertas (“Das Tor” y “The
gate”), flechas, triángulos puntiagudos . En esta etapa de su vida entra en
contacto, por tanto, con V. Kandinsky, P. Klee y H. Schlemmer, que le invitan a
ir transformando sus obras en representaciones fragmentadas y geométricas. Esta
será la tónica que le acompañará. Se identifican cuadros de corte simétrico,
riguroso, geométrico, que dan idea de un urbanismo superpuesto en muchos
planos.
Los cuadros de barcos de recreo son una
delicia. De su visita al Báltico en los años de la guerra, Feininger renovó un
interés que ya desde niño le inspiraban estas escenas, lo que plasmó en lienzos
verdaderamente líricos y equilibrados. Absolutamente poéticos. Recuerdan a los
de Caspar Friedrich un siglo antes. Sus veladuras tan característicamente
definitorias de sus cuadros se patentan en estas marinas. “Mar en calma I” (26)
nos evoca una oscuridad calmada por la luz blanca lunática que llega en un
paralelogramo vertical, un foco en el horizonte. No hay reflejo albo en el mar.
Un fundido en blanco en una atmósfera, con un mar de espejo de quietud
categórica, varios veleros veleros, un único ser humano mínimo retirado que
agiganta la soledad del espacio. Sus peculiares líneas geométricas dibujan un
abandono nostálgico.
Podemos ser espectadores en sus lienzos de
prismas poéticos superpuestos (“Gelmeroda VII”). Muy ligados para entenderlos a
sus contactos con los grupos Die Brücke y Der Blaue Reiter.
Y de las últimas, quizás destacar su interesante
“Lunar Web” (51) y las inacabadas “Azoteas de Manhattan” de 1955, pintada un año antes de su muerte.