Lo cantaba John
Lennon, y es meridianamente cierto. Y me reubica siempre recordarlo. De hecho, da título a mi blog.
He vuelto a
leer el delicado libro: "Lograr el milagro de estar atento. (Un manual de meditación)”, de Thich Nhat Hanh, con prólogo del admirado Ramiro Calle.
https://www.amazon.es/Lograr-milagro-estar-atento-meditacion/dp/B00HNDQ2N6.
De nuevo, me ha reconfortado tanto o más que lo logró en mi primera lectura. Es directo, profundo y tan poético. Pero lo verdaderamente asombroso de este manual de escasas cien páginas es que condensa con ardorosa sencillez pautas meditativas de indiscutible seguimiento en nuestra vida cotidiana. No hay extremismos ascéticos, ni reglas complicadas, si bien tipifica rutinas de meditación elaboradas, consistentes y de fácil seguimiento. Ahora lo redenominan mindfulness y está de moda. Pero desde hace incontables años las tradiciones milenarias orientales, en concreto, los maestros budistas, ya lo vienen practicando. Entrenar la consciencia del presente para que ni el pasado ni el futuro ahoguen nuestra percepción de la realidad es embriagador. Llegar a la atención plena para tener conciencia plena y presencia plena es un camino que merece la pena iniciar, aunque es cierto que únicamente el maestro aparece cuando el alumno está preparado. De aquí surgirá el correcto saber y entender y una mayor compasión.
https://www.amazon.es/Lograr-milagro-estar-atento-meditacion/dp/B00HNDQ2N6.
De nuevo, me ha reconfortado tanto o más que lo logró en mi primera lectura. Es directo, profundo y tan poético. Pero lo verdaderamente asombroso de este manual de escasas cien páginas es que condensa con ardorosa sencillez pautas meditativas de indiscutible seguimiento en nuestra vida cotidiana. No hay extremismos ascéticos, ni reglas complicadas, si bien tipifica rutinas de meditación elaboradas, consistentes y de fácil seguimiento. Ahora lo redenominan mindfulness y está de moda. Pero desde hace incontables años las tradiciones milenarias orientales, en concreto, los maestros budistas, ya lo vienen practicando. Entrenar la consciencia del presente para que ni el pasado ni el futuro ahoguen nuestra percepción de la realidad es embriagador. Llegar a la atención plena para tener conciencia plena y presencia plena es un camino que merece la pena iniciar, aunque es cierto que únicamente el maestro aparece cuando el alumno está preparado. De aquí surgirá el correcto saber y entender y una mayor compasión.
Se me
ocurre un ejemplo bello: se puede meditar en la caricia a un hijo. Es hermoso
acariciar en el hoy y el ahora. Vivir el tiempo de la caricia sin embrollarnos
en charloteos mentales que nos evaden de la única e irreductible realidad que
es, precisamente, esa caricia en ese instante y lugar, y a ese pequeño ser. La
caricia es meditación si se cuida y se está en ese instante presente. Y NO hay
mejor momento que ese ahora en la caricia, es el más oportuno y el único en el
que se ha de estar porque es sobre el que tenemos dominio y presencia, porque
el futuro está por llegar. Ni nadie con quien mejor estar que con ese hijo o
hija al que se disfruta en ese instante, porque la persona que uno tiene enfrente
es la más importante de ese ahora. Y el objetivo más importante es conseguir
que ese hijo acariciado se sienta en esos momentos el más feliz y rico del
planeta, porque esa debería ser la aspiración de todo ser humano en la vida. Ante
una caricia que se regala uno tiene distintas opciones: se puede acariciar
evadido en un pensamiento ajeno al hecho de acariciar, o se puede experimentar
la caricia en exclusiva. Una caricia puede ser acogedora y entregada a ese hijo,
con el corazón y alma puestos en ello, pura presencia mientras se arrulla y se calma al hijo. Y desde este punto aparece el gozo, y amor y meditación se unirán en una misma experiencia.
Ahora bien, ¿y en nuestra vida diaria¿ ¿cómo podemos ambientar el quehacer corriente con la meditación?. Si tan “planeados” y absortos en gestionar propósitos personales (que nunca cumplimos), entonces ¿cómo resolver el dilema?.... Se me ocurren bastante ejemplos asequibles: cocinando cocinando, preparando los platos con intensa consciencia de lo que manos, nariz y ojos nos descubren si les atendemos; o jugando con los hijos (si se juega, se está jugando, no hay nada más importante que sentirse consciente en el juego de mesa que les propongamos, no hay pasado ni futuro, solo el cultivo del observarse en ese lugar, actividad y personas con las que se comparte). Dejemos paso a la revelación de la realidad que vibra en cada momento.
Ahora bien, ¿y en nuestra vida diaria¿ ¿cómo podemos ambientar el quehacer corriente con la meditación?. Si tan “planeados” y absortos en gestionar propósitos personales (que nunca cumplimos), entonces ¿cómo resolver el dilema?.... Se me ocurren bastante ejemplos asequibles: cocinando cocinando, preparando los platos con intensa consciencia de lo que manos, nariz y ojos nos descubren si les atendemos; o jugando con los hijos (si se juega, se está jugando, no hay nada más importante que sentirse consciente en el juego de mesa que les propongamos, no hay pasado ni futuro, solo el cultivo del observarse en ese lugar, actividad y personas con las que se comparte). Dejemos paso a la revelación de la realidad que vibra en cada momento.
Vivimos
diseccionados, el problema es que ni siquiera nos damos cuenta de la amputación
que nuestra mente hace de nuestro cuerpo. Como aquél hombre de N. Gógol que un
buen día al levantarse descubrió que había perdido su nariz y, emancipada,
había logrado hacerse su hueco social!. Me explico: nuestro cuerpo va por un
lado mientras nuestra mente -siempre y en todo caso- está en otro (y lo peor, nos
gobierna). Desde nuestro despertar hasta el momento de irse a dormir: la mente
nos piensa sin descanso y, en ese continuo discurrir, nos inutiliza para estar
en lo que ocurre ya. La unicidad de cuerpo y mente en el ahora es dificilísima
de construir, mucho más mantenerla, pero merece la pena intentarlo. ¿No es cierto
que los pensamientos atestan todos y cada uno de los segundos de nuestra
existencia?. Empecemos a sentir los datos que nuestros sentidos (naturalmente)
nos obsequian. ¡Se abre un universo de sensaciones reales e instantáneas por
descubrir!.... y esto es estar vivo.
En
definitiva, si se intenta vivir momentos de plena consciencia, más o menos
largos (que dependerá de la trayectoria de meditación de la persona), ya se está
ganando vida. Porque la realidad no se percibe cuando nos evadimos en la
continua cháchara mental del que nuestro cerebro es tan amigo y experto. Esos segundos,
minutos, ese (escaso) presente vivido de forma consciente es, propiamente, el
camino y el fin en sí mismo. Al cabo de unas semanas, meses, comprobarás la
influencia de la meditación, el poder de estar atento al momento presente, que
no es abstraerse del mundo circundante, sino hacer presente al instante. Ahora
bien, hay que ejercitarse. La experiencia de meditación ha de entrenarse, con
una disciplina constante, para que surta sus efectos. Pero, de nuevo, sin
excesos (son siempre egocéntricos) o agobios (insano) si no se ha podido practicar
en tal o cual día.
El poder de
la atención mental es tal que nos capacita para la vida, y nos habilita para
dominarnos a nosotros mismos y tener un juicio cabal y objetivo y más humano de
las circunstancias que nos depara el presente.
Pero esto
no te lo creas…. compruébalo tú mismo!!.