Que Santander tenga otro espacio de referencia es importantísimo.
Se añade un nuevo centro a los ya existentes en la zona (Guggenheim Bilbao), por no dejar
de mencionar (aunque la finalidad sea diferente) a la Fundación Botín o el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo
de Cantabria y Santander. O al de Bellas
Artes de Bilbao (que, por cierto, alberga ahora una buena exposición de 90
obras de Alicia Koplowitz, hasta el 23 de octubre 2017).
Un edificio diseñado por Renzo Piano que
merece la pena visitar. Los volúmenes cúbicos quieren integrarse (junto con el
revestimiento cerámico muy particular que refleja las luces y colores del mar) en
la perspectiva de la bahía, abusando del acero y el cristal para darle mayor
volatilidad a los dos . Esto dota al visitante de una sensación aérea que se
agradece.
Lo enmarcan los Jardines de Pereda y, como
dijimos, la bahía. El soterramiento de la avenida ha promovido sin duda la
simbiosis del entorno (y doblado la extensión de terreno verde al doble de su
tamaño original) que, sin la carretera, permiten visualizar una dilatación de
terreno limpia donde discurren paseantes, toman un aperitivo y charlan
ciudadanos cántabros y visitantes y juegan divertidos los niños en las zonas
infantiles.
Aunque la entrada al centro, a mi gusto está
mal dimensionada y peor gestionada, también es cierto que hay que darle un voto
de confianza a la administración del centro y su capacidad para rectificar cómo
ha de ser la compra in situ de entradas y las (largas) esperas
para entrar y el refuerzo del sistema de ascensores para que no ocurra (como
ya ha pasado) que los visitantes tengan que subir a pie una escalinata difícil.
¿Qué hay?: sendas exposiciones (hasta septiembre)
de grabados de Goya (80) y Carsten Höller han inaugurado la apertura del centro:
de Goya, los grabados del Museo del Prado, que no son los de las planchas
originales (aunque
por lo cuantioso de las obras expuestas, el catálogo editado sobre los dibujos,
merece un paseo con tiempo por delante para disfrutarlos). La dinámica que propone
el centro para la sala dedicada a Carsten Höller es, cuando menos, curiosa. Muy
sinestésica para el visitante, que tendrá que dedicar su tiempo a experimentar
y descubrir pasadizos, balanzas e inmersiones (si se está dispuesto a pagar por
ello) en el entorno.
Por último, otra sala dedicada a las obras de
la propia fundación (“Arte en el cambio de siglo”), con bellas impresiones
digitales sobre papel de algodón de Mendizábal, arte topográfico acartonado de
W.ilfredo Prieto (Viaje infinito), o las siempre llamativa esculturas de Juan
Muños, Orozco, y un trampantojo sorprendente de Carlos Irijalba (Mareas altas).
Lo dicho, un centro de referencia europea que
añadir a la atractiva oferta de nuestro país, en general, y el norte de España,
en particular.