Es la exposición
que nos ofrece, hasta el 4 de junio de este año la Fundación
Mapfre en Madrid.
El que se conoció como grupo del Novecento implantó una nueva concepción
de la expresión artística durante los años 20/30, si bien no fue únicamente
italiano. Fue un arte internacional, con manifestaciones en Europa (Alemania es
quizás la más conocida) y en EEUU. Lo que se conoció como la “vuelta al orden” (expresión
usada por primera vez por Jean Cocteau), también se le ha llamado “realismo
mágico” o “Valori Plastici”. Un retorno a los orígenes, a los oficios, a lo
real (que esos años se consideró reaccionario y las críticas les llovieron) a
las representaciones de síntesis, de la Naturaleza, los cuerpos o los objetos,
con un aire de misticismo (realismo mágico) inconfundible que los define.
Presume la primera sala de varios De Chirico genuinos,
metafísicos, de memorias arquitectónicas atemporales. Comparte espacio con su
hermano Andrea en un diálogo presupuesto. El “Enigma della partenza” nos recuerda
a su otro “Enigma de un día”, con sus arcadas y estatuas solitarias. Los signos
descontextualizados de “El lenguaje del niño” evocan nuevos significados. SU “Melancolía
hermética” también nos trae a la memoria “La canción de Amor”. En todos, la
vuelta a la geometría, con un tiempo detenido, parado cualquier movimiento, que
nos resultan extrañas (en línea con las ideas de la fundadora del Novecento, la
crítica de arte Margherita
Sarfatti).
En la Sala “Evocaciones de lo Antiguo”
podemos entender una de las líneas maestras de este nuevo movimiento de
entreguerras. Formado por pintores de distintas formaciones, se ejecutaban
obras con tintes de construcción, con ruinas clásicas muy presentes (“Leçon
de musique” y “L’equilibriste”)
dotando de gran simbolismo a los cuadros (muchos de ellos de gran formato). Los
capiteles griegos, los pliegues de ropajes acartonados, colores sin mezcla,
trazos sencillos y formas puras que contrastan con la monumentalidad de las
figuras. Las miradas ausentes de los protagonistas nos transportan a un mundo
imaginario, simbólico, de metáfora de un tiempo pasado, muy querido por este
movimiento.
En “Desnudos” hay un bello cuadro “L’idolo
del prisma”, apresado por su autor de una muñeca que vió un día en un
escaparate. Contemplaremos un perturbador “Primo denaro” (C. di San Pietro)
reivindicativo de abusos sociales y degradantes de la clase media italiana. Un
desnudo despiadado, convulso, azul y desgarradoramente frío.
La sección “Paisajes” nos muestra a un
Donghi (“Via del Lavatore” muy hopperiano, urbano y vacío. Unos edificios que,
pese a estar repletos de transeúntes, son anónimos. Contrastan las obras crepusculares
de la pared izquierda con los cuadros grises de la pared derecha (la mayoría de
Sironi).
“Regreso a la figura” nos quiere
enseñar la importancia para este movimiento del regreso al moderno clasicismo (el
negro de vestidos y el damasquinado de los suelos nos recuerdan inmediatamente
la modernidad frente al clasicismo). Con dimensiones atemporales de retratos de
amigos, familiares, mecenas, de gran solemnidad, entronizadas, facciones y
extremidades alargadas, angulosas, de tonos grises, o bien monocromáticos
(rotos por un color, como en “Le amiche” de Malerba).
Las obras “Donne per le scale”, “Malabarista”
y “Giovinetta” nos revelan el ‘realismo mágico’ del Novecento. No es otra cosa
que plasmar una atmósfera de mitología y figuraciones en escenas cotidianas. Lo
diario se convierte, entonces, en algo inexplicable y, por tanto, mágico. Composiciones
a priori absurdas (como las de estos cuadros) resaltan la inverosimilitud,
produciendo escenas extrañas, como fantásticas. No hay encuadres fotográficos,
sino metafísicos, de connotación psicológica.
El propio De Chirico lo entendía de esta
manera, ante una escena cotidiana hay dos ángulos desde la que se observa …. “sin
embargo, la escena no habría cambiado, soy yo quien la vería desde otro ángulo.
He aquí el aspecto metafísico de las cosas, deduciendo podemos concluir que
cualquier cosa tiene dos aspectos: uno corriente, el que vemos casi siempre y
el que ven los hombres en general, y el otro, lo espectral y metafísico que
solo pocos individuos pueden ver” (Realismo mágico y postexpresionismo, 1925). La
Luz suave de los cuadros atribuyen una percepción romántica que impregna las
obras.
El final de la exposición “Las edades de la
vida”, transmite la idea del tiempo detenido. En realidad, fueron temáticas que
se trataron: maternidad, infancia, senectud, pero con un contenido alegórico
propio de estos artistas. Es la vuelta al orden y el teatro de la vida en su
vertiente espiritual y silenciosa. “La partenza” (di
San Pietro) conmueve por el realismo de la escena, la tristeza de sus
protagonistas y el misticismo intimista del entorno (su autor estaba ya enfermo
y pasaba largas temporadas aislado en la sierra véneta). La “Famiglia sulla
spiaggia (Rosario)” mira al cielo, mientras que la senectud lo evita y dirige
su mirada a un lado.
A partir de 1928 el grupo se vuelve más
abierto, genérico, sin un itinerario programado, reuniendo a todo el arte
italiano existente, hasta que finalmente se disuelve quedando puramente en un
conjunto de amistades personales.
Una exposición de atributos que centra la
técnica y dibuja las características de un movimiento importante y de expansión
internacional que impregnó el arte de entreguerras italiano. Interesante.